PALABRAS NECESARIAS
PALABRAS NECESARIAS
En su Diccionario Filosófico, Voltaire, dice que nosotros llamamos azar tal vez no sea otra cosa que la causa ignorada de un efecto conocido. Estoy plenamente convencido de ello. Los diferentes avatares que me ha tocado vivir desde que tengo uso de razón así me lo confirman.
Hace más de diez años aconteció un hecho que está íntimamente relacionado con la traducción de mis primeros tres libros de poesía: Desde un palco a oscuras, Contracanto y Las malas conciencias. Entre los alumnos que tuve como profesor de un colegio coincidieron un muchacho enclenque nacido en Ucrania, una jovencita muy conversadora de raíces árabes y que dominaba muy eficientemente la lengua de Mahoma, y una pertinaz y afanosa estudiosa de la lengua china. La empatía con cada uno de ellos se dio de inmediato. Al punto que un día recibí la visita de la madre del joven ucraniano, una robusta señora de piel blanca, cabellos castaños y ojos verdes, se llamaba Linbov Alexandrovna.
Después de agradecerme las clases y los esporádicos consejos que le daba a su hijo Yuri, me hablo de su infancia en su tierra natal y de su afición por la literatura rusa mayormente. La conversación, a la que yo había destinado como máximo diez minutos, se prolongó por más de dos horas. Hablamos de Tolstoi, Zamiatin, Narokov, Dostoievski, Gogol y Chejov; esos son algunos nombres de los que recuerdo, pero sé que ella habló de muchos más. La conversación fue tan amena para ambos, que a la semana estaba sentado en la sala de su casa enfrascado en las narraciones de escritores rusos acompañado de un buen vaso con vodka.
Hubo un cuento maravilloso que elevó nuestra empatía a lares inimaginables, “Tristeza” de Chejov, aquella historia donde un desconsolado hombre busca afanosamente alguien a quien contarle la muerte de su hijo que acaba de acontecer. Su búsqueda será infructuosa y terminará en un establo confesándole a su caballo su amargura y su dolor.
Lo concluyente de todo este episodio es que yo le lleve a la señora como regalo un ejemplar firmado y numerado de “Desde un palco a oscuras”, mi primer libro. La mujer quedó encantada, es más, junto a su hijo Yuri lo tradujeron al ruso. Cuando vi la traducción me quedé fascinado, más aún por el hecho de que no conozco ni una palabra de esa adusta lengua.
Esa fue la primera gota de una lluvia que formaría un río en el cual mis primeros tres libros fueron traducidos por Linbov y su hijo al ruso, por mi alumna de raíces árabes Ghadir Issa y su padre Nabiv Issa Shemali a la lengua árabe y por Mariluz Sotelo y Claudia Sam al chino.
Hasta aquí en cuanto a estas traducciones. ¿Y como surgió la idea de traducirlos a otros idiomas? Ahí es donde aparece ese hombre maravilloso y extraordinario llamado Arturo Cornejo Barreda, a quien conocí cuando yo tenía cuatro años (hoy Arturo tiene ochenta y cinco). Arturo es natural de Arequipa, uno de los diez hijos de Ernesto Cornejo Bouroncle y Clelia Barreda Herrera, quienes se casaron cuando él tenía diecinueve y ella dieciocho. Uno de los recuerdos más vivos que tengo de Arturo es su gran afición por el estudio, era un autodidacta innato. Recuerdo sus revistas de “Mecánica popular” que leía ávidamente; en poco tiempo se convirtió en un carpintero eximio de cuyas manos nacían los muebles más finos y acabados que pueda imaginarse. Nunca comercializó con ellos, todos eran para la casa o para sus hermanos ya casados. Pero lo que más me fascinaba era verlo sentado durante horas frente a una consola, aprendiendo idiomas con sus libros y sus discos. ¿Qué idiomas aprendió, Arturo, mientras transcurrían mi niñez, infancia y adolescencia?: inglés, francés, italiano, alemán, portugués y sueco.
Un día conversando con Arturo le hable de mis traducciones que había hecho de mi poesía. De inmediato se ofreció a pasar mis poemas a los idiomas que él conocía. Su trabajo fue arduo y titánico. Como buen amante de las artes y de las letras, sé que Arturo disfruto inmensamente con ese trabajo. Así es Arturo hasta ahora, un hombre lleno de entusiasmo y alegría por la vida, la fotografía tomada por Milagros Mora que encabeza el portal de las traducciones de este blog, lo muestran con una mirada límpida y transparente, fiel reflejo de lo que ha sido y es su vida hasta ahora.
Parte importante en la transcripción y revisión de este voluminoso y complicado trabajo ha sido la labor desplegada por Milagros Mora, una de las más fieles, entusiastas y pacientes forjadoras de este blog, más aún cuando se tiene que hacer frente a mi intolerancia atávica y a mis crisis neuróticas y depresivas. A ella, pues, mi agradecimiento incondicional e infinito.
Guillermo Delgado.
Wolfsschanze, 21 de mayo del 2013.
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